Trastorno de Estrés Postraumático

Debido a la pandemia que ha golpeado a nuestros continentes en la actualidad, se ha observado, además de fallecimientos y consecuencias a nivel económico, una variedad de trastornos tanto psicológicos como psiquiátricos, siendo uno de los más prevalentes el Trastorno por Estrés Postraumático (TEPT). Este trastorno comenzó a ser objeto de estudio después de las Guerras Mundiales, donde diversas investigaciones hicieron alusión a los síntomas psicológicos y somáticos que presentaban los soldados que participaban en enfrentamientos. Más tarde se sumaron aportes a este diagnóstico a medida que los profesionales de la salud mental trataban a personas víctimas de abusos, violencia, desastres naturales y/o sucesos que pudiesen generar algún tipo de trauma.

El TEPT es, por tanto, una respuesta de estrés por parte del organismo, que buscará la adaptación y el equilibrio. Según un artículo publicado por César Carvajal, el estrés puede ser de tipo físico o psicológico y puede causar una respuesta o adaptativa o patológica. En este trastorno lo central es el impacto emocional generado en la persona, y este impacto provoca manifestaciones tanto físicas como psicológicas. Dependiendo del contexto de la persona que vive el trauma, su estabilización dependerá de si los mecanismos de adaptación que posee son suficientes o insuficientes para afrontar la demanda provocada en el organismo. Sin embargo, el impacto del trauma puede variar bastante su duración dependiendo de las características del mismo y de las respuestas psicológicas individuales.

Dentro de los síntomas propios del TEPT se observa un alto nivel de estrés, ansiedad e irritabilidad en las personas que han sufrido episodios agobiantes, y pueden también presentar sueños frecuentes del suceso, recuerdos invasores del momento, entre otros. Es posible que también exista abuso de alcohol y drogas en las personas que han sufrido este tipo de impacto. También resulta imprescindible evaluar si la persona afectada ha presentado una disminución del interés en las actividades significativas, constricción del afecto o sentimientos de separación o de extrañeza ante los demás, según el DSM-III.

El DSM-V define el TEPT como una exposición a la muerte, lesión grave y/o violencia sexual. Esta exposición puede suceder de diversas formas: puede que se haya vivido de forma personal la experiencia, que se haya presenciado, que la persona se haya enterado sobre algún acontecimiento traumático de alguna persona cercana, o que la persona esté expuesta frecuentemente a detalles explícitos sobre acontecimientos traumáticos. Para ser diagnosticado con este trastorno, además de cumplir con al menos uno de los criterios anteriores, debe haber una presencia de uno o más síntomas de intrusión del evento traumático, tales como: recuerdos angustiosos, sueños angustiosos, reacciones disociativas en donde la persona siente que revive el suceso, malestar psicológico prolongado al exponerse a factores que tienen alguna similitud con el evento, y reacciones fisiológicas intensas al exponerse a factores tanto internos como externos que tienen similitud con el suceso.

Otros criterios para diagnosticar este trastorno son: la evitación de estímulos relacionados al evento traumático, alteraciones cognitivas y del estado de ánimo relacionadas al evento, que empeoran tras el suceso y alteraciones importantes de la alerta y la reactividad asociada al

evento traumático. Además, la duración de la alteración de estos criterios debe superar el mes, la alteración causa malestar clínicamente significativo y la alteración no se debe a efectos relacionados con el consumo de sustancias, medicamentos y/o a alguna afección médica.

El tratamiento empleado durante el TEPT tiene como objetivo que las personas recuperen el control sobre sus vidas, siendo el más empleado la psicoterapia combinado en ocasiones con medicamentos. Pese a que la terapia cognitivo-conductual es la más empleada para el TEPT, existen intervenciones útiles para apoyar a las personas, como por ejemplo la psicoeducación, basada en explicar los síntomas a las víctimas, normalizar la vivencia y la respuesta al evento, e infundir una visión optimista sobre la recuperación y el proceso. Dentro de los medicamentos empleados para el alivio de los síntomas en estos pacientes, los más comunes son los benzodiacepinas, los antipsicóticos, los inhibidores de la recaptación de serotonina y la hidrocortisona.

Otros acercamientos bastante eficaces en el tratamiento del TEPT incluyen la terapia de exposición a los estímulos temidos, que puede aplicarse en la imaginación y/o en vivo. La terapia de exposición también puede incluir realizar escrituras sobre los sucesos críticos y dibujos en el caso de los niños. También, se puede aplicar la técnica de desensibilización y reprocesamiento del movimiento ocular, que combina la terapia de exposición con algunos movimientos oculares guiados enfocados a procesar el evento traumático y a cambiar la percepción que se tiene de él o de ellos. El tipo de terapia o de técnica será escogida según las necesidades de cada persona, y en conjunto también se puede decidir si será una terapia individual, grupal o una combinación de ambas.

Referencias

https://scielo.conicyt.cl/pdf/terpsicol/v34n2/art04.pdf

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-92272002000600003

http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/65623/1/TEPT.pdf

 

Autor Artículo 

María José Campos Diocaretz, Psicóloga UDD, Chile –  Bachelor of Psychological Science, Universidad de Newcastle, NSW, Australia.

 


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