Intervención en Crisis
Desde siempre los seres humanos nos hemos visto enfrentados a situaciones que pueden poner en riesgo nuestra salud física y mental, tales como traumas, accidentes, desastres naturales, catástrofes, en síntesis, situaciones de crisis. Existe una amplia gama de definiciones de crisis, por ejemplo, para Caplan y Erikson, la crisis es una “disrupción en la homeostasis psicológica del individuo…”, mientras que para Silvia Bleichmar es la repercusión psicológica de situaciones vitales y la forma en que cada persona las experimenta. Según Juana María Rabelo, lo que sí está claro es que, durante una situación de crisis, las personas pierden transitoriamente o definitivamente la serie de habilidades con las que ha contado en su vida.
Los desastres pueden ser clasificados en desastres naturales, industriales y humanos. Los desastres naturales son causados por rupturas del ambiente físico; tectónicos, meteorológicos y/o topológicos. Los desastres industriales pueden ser incendios, intoxicaciones, explosiones y/o contaminaciones químicas o nucleares. Los desastres humanos pueden ser los accidentes, la violencia social, la guerra, el terrorismo y/o cualquier desastre que surge de los errores o acciones humanas. Asimismo, otra clasificación de las crisis son también las crisis del desarrollo, relacionadas con el paso de una etapa a otra, y las crisis circunstanciales o situacionales, las cuales son inesperadas y surgen de factores ambientales.
Considerando que las crisis suceden frecuentemente y requieren ser atendidas de forma tal de evitar posibles consecuencias psicológicas o en la salud de las personas. Para estos casos, la denominada intervención en crisis (IC) es aplicada por profesionales de diversas disciplinas, entre ellas por personal médico y de la salud, psicólogos, trabajadores sociales, psicopedagogos e incluso por personal de las fuerzas armadas, bomberos y policías. Pese a que el concepto de intervención en crisis ha sido permanentemente asociado con la primera intervención que se realiza a personas que viven un evento traumático, es decir, los primeros auxilios psicológicos (PAP), la IC además abarca la terapia posterior al primer momento, denominada terapia de crisis.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que, pese a que todas las personas que sufren una tragedia, accidente o desastre natural sufren consecuencias a nivel físico y/o psicológico, las reacciones y consecuencias que cada persona tiene dependen de una serie de factores, tales como: la naturaleza o gravedad del suceso, el apoyo social con el que cuente, su salud física, su historia personal y familiar de antecedentes de salud mental, su edad, su cultura, sus tradiciones, su experiencia con sucesos similares anteriormente, entre otros. Por este motivo, pese a que todos los individuos cuentan con recursos personales para afrontar este tipo de situaciones, hay personas especialmente vulnerables en dichas situaciones críticas y son por lo tanto las más necesitadas de apoyo.
Sin duda, ante una situación de dicha índole, la primera intervención a realizar consiste en brindar los primeros auxilios psicológicos, enfocados a que la persona reduzca en un corto plazo la sensación de angustia y que promueva su funcionamiento adaptativo y sus habilidades de afrontamiento. Los PAP pueden tener una duración desde minutos a horas, y pese a que suele ser brindado por profesionales, también puede ser brindado en iglesias,
líneas telefónicas, hogares, entre otras. El objetivo principal de estos primeros auxilios son dar apoyo, contención, lograr que la persona se sienta escuchada y establecer su equilibrio, como también reducir los posibles riesgos y generar un enlace con recursos profesionales de apoyo.
Una vez que se ha logrado un afrontamiento inmediato a través de los primeros auxilios, la IC o intervención de un segundo momento consiste en una terapia psicológica breve que está enfocada a que las personas cuenten con mejores herramientas para enfrentar su futuro. Por lo tanto, en esta segunda intervención se busca lograr una resolución de la crisis y una reelaboración del incidente, permitiendo una apertura y una disposición para enfrentar el futuro de mejor forma. La duración de esta terapia psicológica puede ser de semanas a meses, y usualmente es realizada en centros de salud, centros de día, consultorios, clínicas, entre otros.
Dentro de las recomendaciones para desarrollar este tipo de intervención de forma adecuada, se espera que esta sea dirigida estableciendo una relación empática con la persona, ayudando a que la persona pueda reducir su sufrimiento para que recupere su nivel de funcionamiento anterior, ayudando a que la persona aumente su tolerancia a la frustración y fomentando el nexo con sistemas de apoyo comunitarios, como también las relaciones familiares y sociales. Se debe también capacidad a la comunidad para que se busque ayuda médica en caso de que las personas no se estén alimentando, estén abusando del alcohol y de las drogas, estén severamente deprimidos/as, tengan desmayos y/o convulsiones, tengan pesadillas, llanto frecuente y en caso de que estén muy nerviosas e irritables.
Referencias
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3655753.pdf
https://www.redalyc.org/pdf/2972/297224090012.pdf
http://asp.salud.gob.sv/regulacion/pdf/otrosdoc/modelo_intervencion_situaciones_emergencias.pdf
Autor Artículo
María José Campos Diocaretz, Psicóloga UDD, Chile – Bachelor of Psychological Science, Universidad de Newcastle, NSW, Australia.