Trastorno de Pánico
Dejando a un margen los trastornos relacionados con la adicción a sustancias, los trastornos ansiosos son los más frecuentes en la población. Dentro de los trastornos ansiosos descritos en el DSM-V, se encuentra el Trastorno de pánico (TP), el cual se caracteriza por ataques de pánico inesperados, recurrentes y que generan una preocupación excesiva. También, el trastorno se caracteriza por la evitación de las situaciones que pueden generar esta sensación de pánico. Para diagnosticar a una persona con este trastorno, se debe cumplir una serie de criterios y debe a su vez diferenciarse de otros trastornos que también generan ataques de pánico.
Según un artículo publicado por Susana Amodeo, este trastorno suele comenzar al final de la adolescencia o al comienzo de la edad adulta (entre los 20 y los 24 años de edad), y según las cifras, las mujeres tienen una mayor prevalencia de presentar el trastorno en comparación a los hombres, con una proporción aproximada de 2:1. Dentro de los factores de riesgo, está identificada la afectividad negativa y la sensibilidad a la ansiedad. Asimismo, los pacientes diagnosticados con este trastorno aumentan la posibilidad de presentar otros trastornos como trastornos del estado de ánimo, trastornos de la alimentación, trastornos de control de impulsos, entre otros.
Según el DSM-V, para cumplir con los requisitos de diagnóstico del TP, caracterizado por un miedo intenso o malestar intenso, se debe cumplir con cuatro o más de los siguientes síntomas: palpitaciones o aceleración de la frecuencia cardíaca, sudoración, temblor, sensación de asfixia o dificultad para respirar, sensación de ahogo, dolor o molestias en el tórax, náuseas o malestar, sensación de mareo, aturdimiento o desmayo, escalofríos o sensación de calor, parestesias, desrealización o despersonalización, miedo a perder el control, miedo a morir. Además, al menos a uno de los ataques le debe haber seguido un mes o más de una inquietud continua acerca de otros ataques y sus consecuencias, y/o un cambio significativo en el comportamiento relacionado con los ataques.
En el DSM, la clasificación de este trastorno ha sido modificado, dado que otro trastorno con bastante prevalencia es la agorafobia. El TP puede estar acompañado en ocasiones de la agorafobia, que es un trastorno caracterizado por el miedo a asistir a ciertos lugares o vivir situaciones que pueden incrementar la ansiedad y por lo tanto generar una crisis de pánico, por lo que las personas evitan estas situaciones progresivamente. En el DSM-IV, la agorafobia era presentada como una especificación del TP, sin embargo, en el DSM-V se presenta como un trastorno diferente y con criterios de diagnóstico propios. Es más, es posible que los individuos desarrollen agorafobia sin que se llegue a cumplir un criterio del TP.
Para diagnosticar este miedo o ansiedad intensa denominada agorafobia, según el DSM-V se debe cumplir dos o más de las cinco situaciones descritas: miedo al uso del transporte público, miedo a estar en espacios abiertos, miedo a estar en sitios cerrados, a hacer fila en medio de una multitud y a estar fuera de casa solo/a. Además, para su diagnóstico diferencial debe cumplirse que el individuo evite o tema estas situaciones por miedo a no poder escapar o no disponer ayuda, que la situación agorafóbica casi siempre le genere miedo o ansiedad,
que el miedo sea desproporcionado al peligro real, que el miedo y la ansiedad sea continua y esté presente por al menos seis meses, que la ansiedad y/o la evitación de ciertas situaciones genere un malestar significativo y que el miedo, la ansiedad o la evitación no se explique mejor por síntomas de otro trastorno mental.
Dentro de las recomendaciones para superar estos trastornos, en primer lugar, está la Terapia Cognitiva-Conductual (TCC), la cual ha sido ampliamente estudiada y es un tratamiento bastante eficaz. Esta terapia se caracteriza por logros del tratamiento que se mantienen a largo plazo y tiene eficacia demostrada tanto en terapia individual como en terapia grupal. Esta terapia combina la reestructuración cognitiva junto con una terapia de exposición para que los pacientes logren tener un sentido de seguridad en los contextos temidos. Las reestructuraciones permiten que los/as pacientes identifiquen y modifiquen las evaluaciones consideradas como amenaza que están relacionadas con el pánico.
Además de la TCC, como complemento se recomienda la farmacoterapia basada en los inhibidores de la recaptación de serotonina o en los medicamentos de serotonina- norepinefrina. Los benzodiacepinas y los antidepresivos tricíclicos también se utilizan como parte del tratamiento, pero como segunda línea. Otros enfoques de tratamiento psicológico derivados de la TCC también consideran el ejercicio físico, el entrenamiento respiratorio, la autoayuda y la Terapia Cognitiva basada en Mindfulness pueden ser alternativas para aquellas personas que no desean un tratamiento basado en la farmacología o en la TCC.
Referencias
https://www.psyciencia.com/wp-content/uploads/2013/04/ataques-de-panico-una-guia-para-profesionales-2.pdf
https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=82302
Autor Artículo
María José Campos Diocaretz, Psicóloga UDD, Chile – Bachelor of Psychological Science, Universidad de Newcastle, NSW, Australia.